La extraña locura de la reina Juana I de Castilla
La historia de los diferentes monarcas que han reinado España a lo largo de los siglos está llena de hechos singulares que han llenado miles de páginas en la literatura, pero sin lugar a dudas, uno de los personajes que ha llamado la atención a numerosísimos historiadores es Juana I de Castilla, conocida a lo largo de los años como Juana la loca.
Cada
vez son más los que no están conformes con el mote dado a la que se
convirtió en monarca de una manera casual y cuya figura ha sido
frecuentemente desacreditada a causa de esa locura que se le otorgaba,
cuando muy posiblemente no la padeciese.
Juana I de Castilla
se convirtió desde pequeña en un elemento de negociación para sus
padres, los Reyes Católicos, que tras darle una excelente educación, la
prometieron con el príncipe heredero de la casa de los Habsburgo.
Los historiadores
que se dedican a estudiar su figura tratan de demostrar que, realmente
no padecía la locura que la mantuvo recluida la mayor parte de su vida.
Algunos datos parecen indicar que fue una invención de las personas que
trabajaban en la corte.
A los 16 años fue enviada por sus padres a
Flandes, donde se casaría con Felipe de Habsburgo. Un año mayor que
ella y cuya belleza cautivó por completo a la infanta. Tras conocerse,
ambos pidieron contraer matrimonio rápidamente y así poder consumarlo
cuanto antes. Juana, como adolescente que era, tenía una extraordinaria
capacidad de amar y de entrega a su ser amado, pero el carácter
promiscuo del joven hacía que éste desease estar con otras mujeres
además de con la suya, lo que propició continuos ataques de celos en su
esposa. Y fruto de ello, sufrió una serie de crisis nerviosas que
muchos señalaron como brotes de locura.
Tampoco ayudaron
demasiado los continuos embarazos por los que pasó, ya que en nueve años
trajo al mundo un total de seis descendientes.
Tras el
fallecimiento de Isabel la Católica, la casualidad hizo que Juana
llegase al trono de Castilla, el cual estaba destinado para su hermano
mayor, Juan, que falleció prematuramente al igual que la infanta Isabel,
segunda en la línea de sucesión. Estos hechos, facilitaron el trono
como consorte a Felipe, pero su esposa deseaba quitarle poderes si éste
no dejaba de tener encuentros sexuales con otras mujeres.
Las
escenas en las que Juana reprochaba la conducta lasciva de su esposo,
eran aprovechadas por él, para intentar demostrar a los otros miembros
de la corte la frágil salud mental de su esposa. Pero debemos tener en
cuenta que, recién iniciado el siglo XVI, los estudios médicos sobre
trastornos de la mente no estaban lo suficientemente avanzados como para
poder determinar un diagnóstico tan exacto, tal y como las crónicas de
entonces nos han hecho llegar a través de los siglos.
Múltiples
y oscuros intereses políticos hacían de Juana una figura incomoda para
algunos miembros de la corte, sobre todo para su esposo, que veía
peligrar el valioso regalo que le había llevado el destino: ser rey de
Castilla.
El gran aliado de Felipe en todo este asunto fue su
propio suegro Fernando de Aragón, el cual también deseaba sacar partido y
acordó con su yerno el reparto del reino. Para ello debían conseguir
incapacitar a Juana, y así lo hicieron.
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