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La Santa Inquisición.

El sello de la InquisicionCuando el emperador Constantino adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, en el año 313, aparecieron formas de depurar a sus miembros, apareciendo la excomunión como práctica común, o sea, expulsar del seno de la iglesia a aquellos considerados indignos por contradecir los postulados cristianos.

Con el término inquisición, derivado del latín, inquire (averiguar o sacar a la luz) se designó a distintas instituciones nacidas con el fin de luchar contra la herejía, o sea, aquellas creencias que se contraponen con lo enseñado por la iglesia católica. Se trata de persecución contra cristianos que se oponen a lo dispuesto por la Santa Iglesia. Cuando se persiguió por herejía a judíos o musulmanes conversos, fue no por su condición de judíos o musulmanes, sino por ser cristianos que traicionaban su nueva fe.

En la época medieval, la iglesia adquirió un enorme poder que sobrepasaba el ámbito de lo espiritual para tomar ingerencia en asuntos temporales o terrenos, siendo dueña de amplias territorios que entregaba en vasallaje, y decidiendo en temas económicos, sociales, y hasta políticos. Para asegurar ese inmenso control sobre su séquito, instrumentó una serie de medidas.

En la Edad Media, surgió la raíz de esta serie de programas ortodoxos, para combatir a quienes desconocieran la única verdad, rebelada en las Sagradas Escrituras, en el sur de Francia, en el año 1184, por una bula papal correspondiente a Lucio III, llamada “Ad abolendam” dirigiéndose contra los cátaros, secta religiosa cristiana, que bregaba por la pureza de costumbres y criticaba las de la Iglesia, y la jerarquía eclesiástica, teniendo como su libro supremo el Evangelio de San Juan. Consideraban una visión dual del mundo, con la existencia contrapuesta del bien y el mal. Lo material representaba el mal y la salvación vendría de la mano de Cristo.

Por dicha bula, se instauró la Inquisición episcopal, donde, en cada diócesis, los obispos se hallaban conminados a terminar con la herejía, juzgando y condenando a los culpables, estando el castigo físico de los reos a cargo de laicos, pero generalmente consistente en penas menores, como rezos o ayunos.
En el año 1215, el Papa Inocencio III, convocó el Concilio IV de Letrán que esbozó la Inquisición pontificia.

En el año 1229, se creó el tribunal de la Inquisición, decidido por el concilio de Toulouse.

En el año 1231, la Inquisición episcopal fue reemplazada definitivamente por la pontificia, por la bula “Excommunicamus”, del Papa Gregorio IX, por la cual encargaba el control de los herejes a la orden de los Dominicos, siendo el primer inquisidor Domingo de Guzmán, pero bajo la supervisión papal, estableciéndose en el sur de Francia, en el norte de Italia y en el reino de Aragón.

Aquellos que confesaran ser herejes espontáneamente recibían una pena menor, de lo contrario se habría un proceso, donde eran obligados a responder por los cargos imputados (no regía el principio adoptado por las modernas constituciones: “Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo”). Dos testigos eran suficientes para avalar una sentencia condenatoria, que en general era la muerte en la hoguera.

El proceso era dirigido por dos Inquisidores, asesorados por un Consejo de clérigos y laicos.

El uso de tortura en los procesos de herejía fue autorizada por la bula “Ad extirpanda” del Papa Inocencio IV, pero sin poner en peligro la vida de los acusados. Los reincidentes eran condenados a muerte.

En 1484, Inocencio VIII condenó oficialmente la brujería por medio de la bula “Summis desideratis affectibus”.
Encontramos a partir de este antecedente otras manifestaciones con el mismo o semejante propósito, de establecer una única fe verdadera:

En el año 1542, fue establecido en Roma el Santo Oficio o Congregación de la Inquisición, para detener el avance del protestantismo, sobre todo mediante el control del contenido de publicaciones o libros.

El período de mayor represión comenzó en 1555, cuando asumió el Papa Pablo IV, donde la persecución se orientó incluso hasta los propios miembros de la Iglesia. El “Índice de Libros Prohibidos” dado a conocer en el año 1559, muestra la censura ideológica ejercida desde la órbita papal.

La pretensión de la Iglesia de establecer postulados incuestionables significó el estancamiento de la ciencia y por eso este período es conocido como oscurantismo.

En 1633, en Italia, las teorías de Galileo cayeron bajo la acusación del Santo Oficio, cuestionándose su teoría heliocéntrica, que contradecía la interpretación bíblica de que la Tierra sería el centro del Universo.

En el año 1965, el Santo Oficio fue llamado Congregación para la Doctrina de la Fe, por el papa Paulo VI, ante las numerosas críticas en su contra.

En el año 1478 la corona española creo la Inquisición Española, aplicándose en toda España y en sus colonias americanas, para luchar contra los judíos conversos, que habían sido obligados a adoptar la fe católica, transformándose en cristianos nuevos, pero eran sospechados de practicar su religión en secreto, contra los protestantes y contra otros herejes.

A partir de la bula del papa Inocencio VIII, a quien ya nos hemos referido, comienza la persecución por brujería. Por este cargo la última ejecución data del año 1611, siendo la víctima, la adolescente catalana, Magdalena Duer.

La máxima jerarquía del proceso la ejercía el Consejo de la Suprema, que daba instrucciones a los tribunales, formados por tres inquisidores que desarrollaban el proceso, donde el acusado contaba con un supuesto defensor que lo instruía en detalles procesales.

La primera etapa consistía en la limpieza del alma del hereje, que era obligado a beber líquidos hirvientes.

Las penas se aplicaban sin juicio previo, y los reos eran encerrados en mazmorras, encadenados y en condiciones deplorables de higiene y alimentación, siendo torturados hasta su confesión, para luego ser absueltos en una ínfima minoría de casos, o condenados a penas menores, o transferido a tribunales ordinarios para ejecutar su condena a muerte. Los gastos que ocasionaba el “procedimiento”, era abonado por el propio reo o sus parientes.

Hasta 1640 su actividad fue ínfima, teniendo un período de apogeo persecutorio a partir de ese año, que se extendió por dos décadas. Fue abolida en 1834.

En Portugal, los judíos que no adoptaron la fe cristiana fueron expulsados en 1497, pero para los conversos, ante la posibilidad de prácticas ocultas de su antigua fe, en el año 1536, se estableció la Inquisición en Portugal, bajo la autoridad papal, para pasar a depender directamente de la Corona, tres años más tarde, originando cuestionamientos entre iglesia y estado que se resolvieron en 1547, cuando el Papa aceptó la autoridad estatal en el tema. Fue abolida en 1821.

La inquisición Española


La inquisición española fue fundada en el año 1478 por los Reyes Católicos y estaba bajo el control de la monarquía, sólo tenia una competencia que era con los cristianos que eran bautizaos.

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Historia:

La inquisición fue creada por la Bula Papa (Ad abolendam) y descubrió la luz a finales del sigo XII gracias al papa Lucio III quien fue el que la emitió como un instrumento para combatir la herejía albigense.

Lista de causas:

No existen causas reales por las cuales se implementó la inquisición en España, pero gracias a los investigadores se hicieron posibles algunos planteos:

• Se estableció una unidad religiosa, el objetivo de ésta era que los Reyes católicos creen una máquina estatal eficiente para poder logara una unidad de personas religiosas, aparte, ésta le permitiría a la monarquía intervenir en asuntos religiosos, sin la aprobación del papa.

• Debilitación de las oposiciones de la política local hacia los Reyes católicos. Era de carácter obligatorio debilitar a la oposición que estaba en contra de la inquisición, pero los mismos se resistieron iniciando una lucha en la Corona de Aragón.

• Terminar con la minoría Judeconversa, se procesaron a miemos de las familias influyentes en el reino de Aragón como por ejemplo: las familias Santa Fe, Santangel, Caballería y Sánchez.

• Financiación de la economía.

Organización de la inquisición:

La Inquisición española tenía una forma de organización piramidal, ésta fue un instrumento al servicio de la monarquía y siempre fue independiente con respecto a la autoridad papal.

El cargo mas importante era el del Consejero de la suprema y general inquisición, seguido por el Inquisidor general.
Los cargos medios comprendían los siguientes puestos: Inquisidor jurista, Inquisidor teólogo, Fiscal, Receptor, Calificador, Alguacil, Notario de secuestros, Notario del secreto y escribano general

Los cargos más bajos comprendían la siguiente lista: Familiares, Comisario, Nuncio, Alcalde, Portero.

¿Cómo funcionaba la Inquisición?

El funcionamiento de la inquisición consistía en llegar a una ciudad y dictar el “edicto de gracia” y el inquisidor procedía a leer el edicto en la misa del domingo para la salvación.

Edictos de gracia era porque a todos los autoinculpados se les ofrecía la posibilidad de una reconciliación con la iglesia.

Aprensión:

El sistema de detención consistía en denunciar el caso hacia los calificadores, los mismos determinaban si existía herejía y si este fuera así se procedía a la detención del mismo.

Si éste era enjuiciado existían distintos tipos de sentencias:

1. Si no presentaba cargos mayores, el reo podía ser absuelto.

2. La sentencia podía ser suspendida, de forma que el acusado quedaba libre, pero seguía bajo sospecha y esto causaba que su libertad no fuera del todo creíble ya que podría volver a juicio en cualquier momento.
3. Si al acusado se lo consideraba culpable podía ser penitenciado.
4. Existía la posibilidad de que el acusado podía ser reconciliado, esto quería decir que se lo reconciliaba con la iglesia católica.
5. El castigo más grave que existía era el de la “relajación”, el cual consistía en matar al apresado en la hoguera.

Finalización de la inquisición:

La inquisición finalizó durante la dominación de Napoleón y del reinado de José entre 1808 y 1812.

El año exacto de finalización de la inquisición fue el 15 de julio de 1834 mediante un decreto que se firmó por María Cristina de Borbón.

Mitos y realidad.

Contrario a lo que han difundido los enemigos de la Iglesia, la Inquisición fue diseñada para proteger al acusado, utilizando métodos de investigación justos y aceptables. La verdad es que fueron más las personas exoneradas que las condenadas.

Los tipos y los grados de los castigos infligidos por la Inquisición Española, la mayoría de las veces eran más suaves que los utilizados por las cortes civiles. De hecho, a pesar de que hoy en día los métodos puedan ser considerados como procedimientos lamentables, muchos investigados preferían ir a los tribunales de la Iglesia que a los civiles. Y se conocen casos de personas que blasfemaban para ser llevados por ese motivo a la Inquisición, donde serían tratados con más ecuanimidad y justicia.

Bien apunta el Periodista Víctor Messori (co-autor de varios libros de Juan Pablo II), que muchos de los ataques contra la Inquisición fueron alentados por “la propaganda protestante en el marco de la lucha contra España por la hegemonía en el Atlántico”. Es decir, lo que se esconde en esos ataques es una motivación geopolítica de una época. Y esos mitos y exageraciones repetidos a lo largo de los siglos han creado una especie de leyenda negra sobre la Inquisición.

Así que, lo que hemos oído y visto en libros (ahora magnificado en los medios de comunicación social) “fueron realmente la excepción”, según Messori. Y, aunque no se pretenda defender los abusos que pudo haber habido, “el pasado hay que valorarlo según sus categorías, no según las nuestras”, apunta el periodista.

Por eso Messori explica lo siguiente: “la actividad de aquellos tribunales se inspiraba en la necesidad de proteger la vida social, cuya tranquilidad se basaba en una fe común; y estaba movida por el ansia sincera de practicar la más alta de las caridades: la espiritual.

Continúa su explicación el periodista: “Así como las autoridades de hoy en día consideran su obligación la tutela de la salud de los ciudadanos, la Iglesia católica estaba convencida de tener que responder ante Dios de la salvación eterna de sus hijos. Salvación que corría peligro a causa del más tóxico de los venenos: la herejía.”

La periodista venezolana Marina Jacinto, refiriéndose a la apertura de los Archivos del Vaticano sobre el tema de la Inquisición comenta lo siguiente: “Los resultados publicados en las actas de los estudios vaticanos indicaron que había muchos mitos que desmontar en nombre de la verdad histórica”.

“En primer lugar, las actas indican que las torturas, los autos de fe (muerte en la hoguera), entre otros castigos para los feligreses condenados por estos tribunales eclesiásticos no fueron tantas como el imaginario colectivo supone, ya que la abundante literatura anti-Inquisición publicada en los países protestantes abultó sobremanera las cifras”. Es decir, adicional a la escondida motivación geopolítica de que habla Messori, aquí observamos otra falacia: la alteración de la estadística.

“La tortura”, continúa la Periodista, “no fue tan frecuente como se ha creído, pues las actas señalan que la Inquisición torturó en el 10% de los casos. Se menciona que morían más presuntas brujas en los países protestantes a manos de los tribunales civiles, que en países católicos a manos de la Inquisición. Ésta quemó por supuesta brujería a 59 mujeres en España, 36 en Italia y 4 en Portugal, mientras que en Europa los tribunales civiles juzgaron por el mismo delito a cerca de 100 mil mujeres. De ellas 50 mil fueron condenadas, 25 mil sólo en Alemania, en la pira purificadora, durante el siglo XVI por los protestantes seguidores de Martín Lutero”.

La Iglesia no teme la verdad histórica, ahora demostrada por estas veraces investigaciones. La Iglesia tampoco teme reconocer errores y abusos. De allí que el Papa Juan Pablo II -durante las celebraciones del milenio realizadas por la Iglesia Católica en el 2000- pidió perdón por los pecados cometidos por los católicos en nombre de la fe, a lo largo de la historia, incluyendo los abusos cometidos durante la Inquisición.



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