La Guerra entre Mexico y Estados Unidos (1846 - 1848)

Desde su independencia en 1821, México había tratado infructuosamente de consolidar un sistema de gobierno acorde a las necesidades del país. Para 1846 ya habíamos experimentado las más diversas formas: monarquía constitucional, república federal, república central y dictadura; pero ninguna había logrado establecer un gobierno sólido capaz de superar la lucha de facciones políticas y la tremenda crisis de la economía nacional que llevaba décadas minando las posibilidades de desarrollo.

La guerra contra Estados Unidos en 1846 puso en evidencia el hecho de que, después de veinticinco años de vida independiente, México seguía siendo un país inestable. Sin embargo, a la debilidad interna hay que agregar el acoso de diversas fuerzas extranjeras imperialistas que veían nuestro territorio como un espacio de oportunidad para expandir su poder: tal fue el caso de Estados Unidos. Así podríamos decir que el enfrentamiento armado entre estas dos naciones fue producto de dos factores: por un lado el expansionismo y la ambición estadounidense; y, por otra parte, las luchas entre los distintos grupos políticos en México, que no lograban agruparse en torno a un proyecto de país(1).

La cuestión de Texas

A pesar de que Estados Unidos utilizó en ocasiones medios violentos para apropiarse de territorios ajenos, tenemos que decir que, en el caso del territorio tejano, mismo que sirvió de pretexto para el inicio de la guerra, no actuó sola la ambición extrema de nuestro vecino del norte: la ineficacia y en muchos casos el oportunismo de las autoridades mexicanas también influyeron. Conscientes de la dificultad que implicaba poblar ese territorio tan lejano, el gobierno decidió vender sus tierras a los colonizadores estadounidenses. De esta forma Texas era sólo nominalmente mexicana, ya que la mayor parte de la población que habitaba ahí había nacido en Estados Unidos; y sus costumbres, lengua y religión, se asimilaban más a aquellas profesadas por los habitantes de ese país. En ese sentido, era comprensible que sus necesidades e intereses personales estuvieran por encima del beneficio y protección de la nación mexicana.
Entre los tejanos existía un gran descontento hacia el gobierno de México. Por un lado, estaban inconformes con el hecho de que la capital de la provincia a la que pertenecían estaba muy lejos y ello complicaba cualquier trámite que se quisiera llevar a cabo. Por otra parte, les molestaba que el ejército estuviera conformado por criminales convictos que habían permutado su tiempo en prisión por servir en las fuerzas armadas. Finalmente, resentían que el gobierno les exigiera convertirse al catolicismo. Estas y otras razones estaban detrás de la intención de separarse de la República Mexicana.
Por su parte, Estados Unidos había intentado comprar en diversas ocasiones el territorio de Texas; sin embargo, sus ofertas habían sido rechazadas. Así, ante la renuencia del gobierno mexicano de escuchar sus peticiones y la imposibilidad de unirse al país vecino, los tejanos decidieron levantarse en armas.
En 1836, después de una infructuosa campaña militar del presidente mexicano Antonio López de Santa Ana para someter a los colonos, Texas consiguió su independencia de México. Años más tarde buscaría anexarse a Estados Unidos, lo que provocó el inicio de las hostilidades entre ambas naciones.

Los intereses esclavistas

Además de obedecer al expansionismo de Estados Unidos, uno de los factores fundamentales que dio origen a este conflicto armado fue la esclavitud. Los colonos de Texas decidieron separarse de la República Mexicana argumentando que la forma de gobierno centralista que había adoptado México en 1835 iba en contra de sus intereses. Sin embargo, los estudios sobre este tema han demostrado que uno de los motivos principales que los llevó a rebelarse fueron las limitaciones a la esclavitud. Incluso si el sistema federal no hubiera sucumbido, la independencia de Texas se habría efectuado, ya que lo que estaba en juego tenía más que ver con las pugnas internas de las facciones estadounidenses que con el sistema político mexicano.

Como explica el historiador Alfonso Toro: “La expansión territorial de los Estados Unidos […] a raíz de su independencia, se había realizado con asombrosa rapidez […]; pero su hidrópica sed de territorio no se saciaba, y la lucha del predominio político entre esclavistas y antiesclavistas, dio por resultado la independencia de Texas.”(2)

A mediados del siglo XIX, existían en Estados Unidos dos partidos: el del norte, que era antiesclavista; y el del sur que luchaba por lo contrario. Cada uno buscaba aumentar su poder y territorio para ejercer un control más efectivo. Cuando James Polk, representante del partido demócrata pro-esclavista, fue nombrado presidente, hizo todo lo posible para que las aspiraciones sureñas ligadas a la esclavitud doméstica fueran consumadas. Así podría decirse que la anexión de Texas a la Unión Americana en 1845 fue parte del programa expansionista y esclavista del Partido Demócrata estadounidense.

Los mexicanos a favor de la guerra

Mientras Estados Unidos consideraba que Texas era un estado soberano y por ello podía anexárselo, México todavía pensaba que formaba parte de su territorio, y en ese sentido consideró su incorporación como un acto de agresión. Aun cuando los mexicanos se percataban de la imposibilidad de defender ese territorio, tampoco querían vender lo que consideraban parte importante del patrimonio nacional. A este respecto, la opinión pública representó un peso muy importante en la toma de decisiones de las autoridades mexicanas. La asociación del expansionismo estadounidense con el racismo y la esclavitud motivó el miedo y el odio de los mexicanos, quienes vinculaban la pérdida de su territorio con la de su libertad y hasta con la extinción de su civilización a manos de los vecinos del norte. Por estas razones, el pueblo mexicano veía con desapruebo cualquier actitud moderada frente a su principal enemigo, y exigían una respuesta militar para dejar en claro que el país no aceptaría la expansión estadounidense hacia otras posesiones de México.

Por su parte, las autoridades estaban conscientes de que no sería posible realizar una defensa eficaz del territorio; sin embargo, decidieron enfrentarse con Estados Unidos porque sabían que para mantener sus posiciones estaban obligados a seguir el clamor popular. Más aun cuando el pueblo en general argumentaba que la integridad y la seguridad del país se encontraban en peligro.

Así México entró a la guerra, pero lo hizo sin una declaración formal de su parte debido a que nadie quería tomar la responsabilidad política que significaría haberlo hecho.

Para organizar el ejército se propuso llamar al servicio militar a todos los mexicanos capaces de llevar armas; organizar la guardia nacional en todos los estados y dictar providencias para proporcionarse armamento que estuviera en poder de los particulares. La ley que contenía estos puntos se aprobó en el Congreso por setenta votos contra dos, lo cual demuestra el consenso que existía por la guerra o, tal vez, el temor que causaba contravenir la opinión popular.

Sin embargo, la ocupación de Veracruz por los estadounidenses y sus triunfos militares que culminarían con la ocupación de la ciudad de México el 14 de septiembre de 1847, modificarían el sentido de optimismo. Ese mismo día el presidente Santa Anna, que había comandado a las fuerzas armadas mexicanas, renunció a su cargo y dividió al ejército. Lo cierto es que Santa Anna había llegado a un acuerdo con Estados Unidos mediante el cual se comprometía a allanar el camino a los estadounidenses a cambio del apoyo que requería para llegar al poder y mantenerse en él por lo menos 10 años:

En medio de tanto barullo ha caído como rayo en almacén de pólvora una noticia que trae el Heraldo de Nueva York y que ha circulado muy de secreto. Así se dice, bajo la fe de una carta escrita en esta ciudad, que Santa Anna ha celebrado un tratado secreto con los Estados Unidos por lo cual se obligó a abandonarles los Estados invadidos, o parte de ellos, disponiendo las cosas de manera que nuestras tropas opongan débiles resistencias, a fin de que después de varios reveses la nación se preste a celebrar la paz a cualquier manera. En premio de esto garantizan los Estados Unidos a Santa Anna la presidencia por diez años, durante los cuales se dispondrán también las divisiones territoriales de modo que fácilmente vayan agregándose a la confederación americana, hasta que su pabellón domine el continente.(3)


El Tratado de Paz

El 2 de febrero de 1848 los representantes mexicanos se reunieron con el comisionado de paz estadounidense para firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo. Por medio de este documento, Estados Unidos adquirió más de un millón 200 mil kilómetros cuadrados del territorio mexicano que incluían la Alta California, así como los estados actuales de Nuevo México y Arizona. A cambio México recibió una indemnización de 15 millones de dólares.


Para Estados Unidos, la paz significó la adquisición de nuevas riquezas que le permitieron consolidarse en una potencia continental. Sin embargo, la anexión de tan vastos territorios y de la población que en ellos vivía tuvo consecuencias menos favorables. El debate sobre el futuro de los nuevos estados entre las distintas facciones políticas fue uno de los factores que provocaron el enfrentamiento conocido como la guerra civil estadounidense.

En el caso de México el tratado no sólo implicó la pérdida de una porción significativa de su territorio, sino también el reconocimiento de la debilidad de nuestro país frente a Estados Unidos. Este fracaso militar dejó una cicatriz profunda en la sociedad. Una vez más México se encontraba en una crisis económica y política, que haría difícil el camino hacia la construcción de un proyecto nacional sólido.

¿Somos los mismos que antes?

El análisis sobre el periodo que va de 1846 a 1848 y la guerra contra Estados Unidos pone en claro que la política en México no parece haber cambiado mucho con el paso del tiempo. Al igual que en aquella época seguimos siendo testigos de la subordinación de los intereses colectivos a favor de los beneficios personales, del terrible vacío de poder que da cuenta de la falta de hombres comprometidos; y, finalmente, de la inestabilidad política, producto de tensiones y conflictos entre los diversos grupos que ambicionan llegar al poder para controlar los recursos de lo que Humboldt definió como el cuerno de la abundancia.

Fuentes:
  • José Fernando Ramírez, “México durante su guerra con Estados Unidos”, en: Genaro García, Documentos inéditos o muy raros para la historia de México, México, Porrúa, 1974.
  • Josefina Vásquez, Mexicanos y norteamericanos ante la guerra del 47, México, SEP, 1972.
  • Ramón Alcaraz, et al., Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos, prol. Josefina Vásquez, México, CONACULTA, 1991.

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